martes, 3 de marzo de 2009

Desbordadas




Si nunca pasara nada en casa y nuestras vidas corrieran con absoluta placidez, ser una madre que trabaja no sería ningún problema. Pero toda madre sabe que los lapsos en casa sin sobresaltos son momentos de beatitud para atesorar, porque duran muy poco.
Por ejemplo, nunca sucede que un chico tiene fiebre a la noche y a la mañana ya está bien. A la mañana está peor: le duele el pecho y la cabeza , y no quiere comer . ¿Quien mejor que mami para cuidarlo? Pero mami no puede dejar de hacer las cosas de la casa, o faltar al trabajo. Y te vas a trabajar llena de angustia, calculando llevar a tu hijo al médico cuando vuelvas del trabajo. Pero en el trabajo la que se siente para el diablo sos vos, sabiendo que tu hijo se siente mal. Para colmo, las fiebres no vienen de a una por vez : un hijo enfermo significa una familia entera enferma . Es como que los virus practican en el cuerpo de un hijo, para hacerse más fuertes en el cuerpo del hijo siguiente. En 24 horas tenés dos hijos con fiebre en vez de uno. Al tercer día , tu casa parece un hospital : toses, nebulizadores , pañuelos de papel por todos lados , frascos de jarabes, cajas de antibióticos …¡ y faltan siglos para el fin de semana!
A uno le tenés que dar un comprimido cada 12 horas , el otro toma una cucharada de jarabe cada 6 horas , y el otro toma medio comprimido cada ocho horas. ¿Viste que los comprimidos que vienen con una ranura al medio para partirlos, nunca se parten al medio, sino en cinco trocitos irregulares? Entonces a uno de los nenes le tenés que armar medio comprimido con dos trocitos y un cuarto. El menor no traga pastillas enteras y a la nena no le gusta el sabor del jarabe. ¿Quien le va a dar los remedios? ¿La señora que limpia? Vos te pasás la mañana entera en la oficina en estado catatónico mirando el salvapantallas con la foto de tus hijos sanos, recordando esos bellos tiempos sin toses ni mocos, mientras vigilás el reloj para llamar a casa en medio de una reunión de trabajo avisando que ya es la hora de que el nene tome los pedacitos de comprimido ( que es horrible) con azúcar…¡Pero la señora que los cuida te dice que el azúcar no mejora el sabor del remedio, sino que el remedio estropea el gusto del azúcar!
Después de treinta llamados clandestinos desde la oficina buscando turno con un pediatra que te atienda en un horario en el que no debas escaparte de la oficina para llevar al nene, te das cuenta de quien necesita un médico para tu dolor de panza de tantos nervios sos vos. Andá y hacete un té de tilo antes de que tu jefe se entere que estás físicamente en la oficina pero tu alma se fue a casa y se quedó allá . De eso también son capaces las madres , de hacer viajes astrales para estar con los hijos que se sienten mal .

- Ma: esta tarde me dolía todo .
- Sí, ya sabía .
- ¡Pero si yo no te lo conté!
- No importa, yo ya sabía .

¿ Tenemos la bola de cristal? No: transmigramos nuestra alma al cuerpo del nene enfermo.
De todos modos, toda gripe se cura en diez laaaargos días, y hasta la próxima, todo se habrá olvidado. Por suerte también se olvidan de tu cara los pediatras de guardia que repiten “señora, no lo traiga siempre a la guardia , llévelo al pediatra de cabecera” . ¿Ah, sí? ¿A las diez de la noche, con un nene con 40 de fiebre? ¿Al pediatra que te da turno para el mes que viene, y donde te tocan dos horas de espera en una sala llena de nenes mocosos? El único pediatra de cabecera que precisa una madre es un pediatra que esté sentado en la cabecera de la cama del nene, no el que te da un celular que siempre tiene una grabación de contestador telefónico.
Situaciones como estas prueban las agallas de toda madre en momentos de crisis.

Situación límite


Si las situaciones desesperantes no aparecen solas, las trae el jardín o la escuela.
Como cuando a tu nena que va a Sala Rosa le toca hacer de dama antigua el 25 de Mayo, pero no quiere hacerlo. Tenés que ponerle miriñaque a una miniatura de tres años que quiere disfrazarse de hada o de princesa, no de dama antigua. Tampoco quiere saber nada con peinetones en la cabeza, porque las princesas no usan peinetones.
No te queda más remedio que llegar tarde al trabajo luego de depositarla en el jardín luego de que la convertiste de que se vista de “hada antigua”- con un disfraz improvisado con una pollera vieja, una blusa arremangada y varios pañuelos,- tapada con toneladas de maquillaje para acallar sus quejas.
¿Fin de los problemas con el jardín?
No, el problema empieza a la salida del jardín: “Mami, ¿hoy puedo invitar a Rocío a casa?”
Esa frase es fatal. Vos no sabés si Rocío es tan suave y dulce como su nombre lo indica, o si es una minipunk que se va a divertir saltando sobre tus sillones y cabalgando sobre tu perro. Si ese mismo día tu hijito invita a sus amigotes Tobías y Manuel, ya sabés que aunque Rocío sea una dulce mujercita, Tobías y Manuel junto con tu hijo son capaces de convertir tu casa en una sucursal de Bagdad bombardeada mezcla con huracán del Caribe.
¿Como controlar a tantos niños sin una madre vigilante?
Queremos que tengan su vida social, nos encanta que se animen a invitar chicos… ¡pero mamá no está para avisarles que no pueden apilar tres sillas para acceder a la alacena de las galletitas! Si decimos “no inviten a nadie”, les coartamos su vida social. Pero si decimos siempre que sí… ¿Quién los controla?
Llegás a la tarde a casa agotada, para enterarte de que por suerte no pasó nada grave. Tobías perdió las pilas recargables de tu cámara digital, Manuel rompió una cuerda de la guitarra de tu marido, tu hijo tiró por el balcón la lapicera favorita de tu marido y Rocío – la amiguita de tu hija - se dedicó a bailar un patriótico malambo sobre galletitas Oreo pisoteadas sobre la alfombra…Pero están todos vivos, y por suerte en cinco minutos más, los respectivos padres pasarán a buscarlos a todos. Bueno… ya hace una hora y media que dijeron eso.
Es que para las otras madres tampoco hay nada mejor en la vida que saber que sus hijos están cuidados por otra madre. Equivale a unas minivacaciones de dos o tres horitas. ¡ Pero qué buena idea!

- Lucas …¿ No tenés algún amiguito que te invite a su casa a un piyama party que dure dos o tres días, mi amor?


Por fin llega el descanso

Una madre nunca llega a casa a relajarse, sino a ponerla en orden.
Si no trabajás afuera , te tocó reunión de padres , barrer los pisos, pelar papas , hacer la comida , lavar todo, llevar a a la nena a danzas y a los chicos a fútbol, volver a acomodar la ropa seca, planchar un poco, salir a buscarlos, llevarlos al dentista, hacer la cena .,..¡no das más!
Cuando creías que ya habías terminado con tu jornada y metés a los chicos en la cama, tu hijo te dice “Casi me olvido : mañana tengo que llevar a la escuela una torta con forma de volcán para la clase de Geografía” Pensás que es chiste , o que tu hijo entendió mal . Pero no: la maestra pidió que formen grupos de a cuatro y que cada grupo lleve una torta con forma de volcán relleno de lava para explicar cómo estalla la corteza terrestre…¡o como estalla una madre agotada!
No podés decirle a tu hijo “te jorobás, me lo hubieras dicho antes” . El te explica que se peleó con los de su grupo porque lo cargaban por sus anteojos, por eso debe hacer la torta solo. Mejor dicho, mamá sola tendrá que esperar que el bizcochuelo se enfríe para darle forma de volcán relleno de lava de dulce de leche. El volcán queda como un chichón, pero así salen los volcanes nocturnos hechos con muchísimo sueño.
Ya es medianoche. Desde las diez estás tratando de meter a los chicos en la cama. Ya les apagaste tres veces la luz, y ellos siguen dando vueltas. Tu marido te dice: “¿Venís a la cama?” y vos le decís, “ Sí . Guardo todo en la heladera y ya voy”. Pero ya que estás en la cocina, ponés los platos en la pileta. Y cargás el lavarropas para mañana. Ves una mochila en el piso. La levantás y se caen tres cosas por un agujero. Cosés el agujero. Firmás el cuaderno de comunicados. Tu hija de tres años te llama desde su cama a los gritos, para decirte que acaba de recordar que mañana tiene llevar al jardín piedras y arena, vaya a saberse para qué. ¿Querrán construir un anexo? Y vos te vas a dormir con la extraña sensación de tener que asaltar la obra en construcción de la esquina para cumplir con los requisitos de la enseñanza primaria.
Tu marido insiste: “¿Y? ¿Venís a la cama?”.
“Sí, pará que busco cambio para pagar el micro de la escuela”, le decís.
Levantás unos calzoncillos del suelo. Regás las plantas. Cerrás la bolsa de la basura que nadie sacó. Ponés los trapos de piso en agua con lavandina.
Te lavás los dientes, mientras levantás ropa y toallas tiradas por el piso.
Exhausta, a la hora que hasta los ladrones y las brujas se quedan dormidos, entrás a tu cuarto a los tumbos, porque tu marido apagó la luz, y ya está roncando. Caés rendida en la cama, pensando que por fin el día terminó,
Pero ves un resplandor en el cuarto de tu hija de ocho años. Y vas a apagarle la luz, porque ella sigue leyendo…un libro de cuentos. Querés matarla. Pero optás por respirar hondo y preguntarle por qué lee cuando ya debería estar durmiendo desde hace tres horas. Y ella agita sus pestañitas y te dice “Leo porque ya no me contás cuentos antes de dormir, como cuando era chiquita”. Se te estruja el corazón. Te sentís una porquería de madre, una cruza de Cruella de Vil con la madrastra de Cenicienta.
Te sentás a su lado, la abrazás, la arropás y le contás un cuento cortito, porque ya no hay tiempo para más. Ella cierra los ojos, sonriendo. Le apagás la luz y te vas a la cama.
Pero no podés dormir, del acelere, y prendés la tele bajito, a la una y media de la mañana, para ver cualquier cosa.
Porque vos también querés que alguien te cuente un cuento antes de dormir.
Aunque te queden sólo cinco horas de descanso por delante.
Por suerte, ya vienen las vacaciones y se termina todo este rollo de la escuela, el jardín, los disfraces, las piedras y las tortas volcánicas…¡ Qué alivio! ¿Alivio? A los chicos les dan vacaciones, pero a vos no. Ellos no quieren ir a la colonia porque no les gusta ni el lugar, ni el profesor, ni ir hasta allá. O sea que las vacaciones son un largo período de chicos aburridos en tu casa, o de casa de amigo a casa de amigo, peleándose en cada casa, llamándote cada cinco minutos para que retes al hermano que le pegó, le sacó un juguete o le sacó la lengua, ensuciando todo lo que encuentran hasta que vos llegues a casa…a limpiar.
Así es la maternidad.
¿ Habrá alguna manera de simplificarla?

No hay comentarios:

Publicar un comentario