martes, 3 de marzo de 2009

Cuando siempre sos la última en irse a dormir


una madre nunca llega a casa a relajarse, sino a ponerla en orden.
Si no trabajás afuera , te tocó reunión de padres , barrer los pisos, pelar papas , hacer la comida , lavar todo, llevar a a la nena a danzas y a los chicos a fútbol, volver a acomodar la ropa seca, planchar un poco, salir a buscarlos, llevarlos al dentista, hacer la cena .,..¡no das más!
Cuando creías que ya habías terminado con tu jornada y metés a los chicos en la cama, tu hijo te dice “Casi me olvido : mañana tengo que llevar a la escuela una torta con forma de volcán para la clase de Geografía” Pensás que es chiste , o que tu hijo entendió mal . Pero no: la maestra pidió que formen grupos de a cuatro y que cada grupo lleve una torta con forma de volcán relleno de lava para explicar cómo estalla la corteza terrestre…¡o como estalla una madre agotada!
No podés decirle a tu hijo “te jorobás, me lo hubieras dicho antes” . El te explica que se peleó con los de su grupo porque lo cargaban por sus anteojos, por eso debe hacer la torta solo. Mejor dicho, mamá sola tendrá que esperar que el bizcochuelo se enfríe para darle forma de volcán relleno de lava de dulce de leche. El volcán queda como un chichón, pero así salen los volcanes nocturnos hechos con muchísimo sueño.
Ya es medianoche. Desde las diez estás tratando de meter a los chicos en la cama. Ya les apagaste tres veces la luz, y ellos siguen dando vueltas. Tu marido te dice: “¿Venís a la cama?” y vos le decís, “ Sí . Guardo todo en la heladera y ya voy”. Pero ya que estás en la cocina, ponés los platos en la pileta. Y cargás el lavarropas para mañana. Ves una mochila en el piso. La levantás y se caen tres cosas por un agujero. Cosés el agujero. Firmás el cuaderno de comunicados. Tu hija de tres años te llama desde su cama a los gritos, para decirte que acaba de recordar que mañana tiene llevar al jardín piedras y arena, vaya a saberse para qué. ¿Querrán construir un anexo? Y vos te vas a dormir con la extraña sensación de tener que asaltar la obra en construcción de la esquina para cumplir con los requisitos de la enseñanza primaria.
Tu marido insiste: “¿Y? ¿Venís a la cama?”.
“Sí, pará que busco cambio para pagar el micro de la escuela”, le decís.
Levantás unos calzoncillos del suelo. Regás las plantas. Cerrás la bolsa de la basura que nadie sacó. Ponés los trapos de piso en agua con lavandina.
Te lavás los dientes, mientras levantás ropa y toallas tiradas por el piso.
Exhausta, a la hora que hasta los ladrones y las brujas se quedan dormidos, entrás a tu cuarto a los tumbos, porque tu marido apagó la luz, y ya está roncando. Caés rendida en la cama, pensando que por fin el día terminó,
Pero ves un resplandor en el cuarto de tu hija de ocho años. Y vas a apagarle la luz, porque ella sigue leyendo…un libro de cuentos. Querés matarla. Pero optás por respirar hondo y preguntarle por qué lee cuando ya debería estar durmiendo desde hace tres horas. Y ella agita sus pestañitas y te dice “Leo porque ya no me contás cuentos antes de dormir, como cuando era chiquita”. Se te estruja el corazón. Te sentís una porquería de madre, una cruza de Cruella de Vil con la madrastra de Cenicienta.
Te sentás a su lado, la abrazás, la arropás y le contás un cuento cortito, porque ya no hay tiempo para más. Ella cierra los ojos, sonriendo. Le apagás la luz y te vas a la cama.
Pero no podés dormir, del acelere, y prendés la tele bajito, a la una y media de la mañana, para ver cualquier cosa.
Porque vos también querés que alguien te cuente un cuento antes de dormir.
Aunque te queden sólo cinco horas de descanso por delante.
Por suerte, ya vienen las vacaciones y se termina todo este rollo de la escuela, el jardín, los disfraces, las piedras y las tortas volcánicas…¡ Qué alivio! ¿Alivio? A los chicos les dan vacaciones, pero a vos no. Ellos no quieren ir a la colonia porque no les gusta ni el lugar, ni el profesor, ni ir hasta allá. O sea que las vacaciones son un largo período de chicos aburridos en tu casa, o de casa de amigo a casa de amigo, peleándose en cada casa, llamándote cada cinco minutos para que retes al hermano que le pegó, le sacó un juguete o le sacó la lengua, ensuciando todo lo que encuentran hasta que vos llegues a casa…a limpiar.
Así es la maternidad.
¿ Habrá alguna manera de simplificarla?

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