De tanta cosa que hacemos las mujeres, parecemos una especie de robot multifunción de otro planeta,-¿Venus? -con una capacidad increíble de hacer todo al mismo tiempo. Pero lo peor es que los hombres se dan cuenta de esto, y dejan todo en nuestras manos. No nos ayudan, porque nosotras seguimos demostrando que podemos con todo.
Hay veces que llego a casa y me hablan cuatro personas a la vez. Un día los paré y les dije “Momentito… ¿ustedes creen que puedo escuchar cuatro conversaciones al mismo tiempo y entender a todo?”. Me miraron asombrados y me respondieron al unísono: “Claro que sí… ¡ Si siempre lo hacés!”. Y tenían razón. Había escuchado a todos y cada uno, aunque me hablaran a coro. Cuando la familia nos detecta esos poderes paranormales, nos pide que los usemos.
Cuando un marido se da cuenta de que nos exigió mucho, tal vez nos diga “Vos sentate, que la cena la hago yo”. Una se emociona hasta las lágrimas ante tal acto de arrojo. Después, él se pasa media hora preguntando: “¿Dónde está el pelapapas?” “¿No viste el abrelatas?” “¿Dónde hay orégano?”, “¿Queda manteca?”, hasta que una se harta, lo echa de la cocina y termina haciendo la cena sola., como siempre.
Nos cuesta mucho parar la máquina.
Tampoco sabemos pedir ayuda.
Sólo cuando las fuerzas nos abandonan decidimos hacer algo por nuestra salud.
Entonces nos anotamos en un gimnasio para tener más fuerza y tonicidad. Pero nos contracturamos las cervicales. Doloridas, vamos al traumatólogo, que nos manda a un clínico porque nos ve cansadas.
Vamos al clínico, y el tipo nos da hierro. Pero el hierro nos da diarrea. Entonces vamos al endocrinólogo, que nos da hormonas. Pero terminamos histéricas por el acelere hormonal.
Entonces vamos al psiquiatra y nos receta ansiolíticos. ¡Noooo! ¿Cómo vamos a tomar un ansiolítico? ¿Y quién hace la cena y cuelga la ropa? Harta de médicos, buscamos una terapia alternativa, como las Flores de Bach. Me dijeron que para el agotamiento hay que tomar Olive. Pero luego supe que una persona agotada que toma Olive, se exige más en vez de descansar. ¿Descansar , una madre? ¿Y quién hace las cosas?
La mayoría de los hombres, en vez de darnos una mano, se toman el olivo. O nos preguntan, solícitos, “¿En qué te ayudo?” . Y dan ganas de responderles: “¡En darte cuenta de qué es lo que hay que hacer sin que te lo tenga que decir!” Pero no se lo decimos. Entonces asumimos la frase que nos condena: “Si no lo hago yo, no lo hace nadie”
Hay veces que llego a casa y me hablan cuatro personas a la vez. Un día los paré y les dije “Momentito… ¿ustedes creen que puedo escuchar cuatro conversaciones al mismo tiempo y entender a todo?”. Me miraron asombrados y me respondieron al unísono: “Claro que sí… ¡ Si siempre lo hacés!”. Y tenían razón. Había escuchado a todos y cada uno, aunque me hablaran a coro. Cuando la familia nos detecta esos poderes paranormales, nos pide que los usemos.
Cuando un marido se da cuenta de que nos exigió mucho, tal vez nos diga “Vos sentate, que la cena la hago yo”. Una se emociona hasta las lágrimas ante tal acto de arrojo. Después, él se pasa media hora preguntando: “¿Dónde está el pelapapas?” “¿No viste el abrelatas?” “¿Dónde hay orégano?”, “¿Queda manteca?”, hasta que una se harta, lo echa de la cocina y termina haciendo la cena sola., como siempre.
Nos cuesta mucho parar la máquina.
Tampoco sabemos pedir ayuda.
Sólo cuando las fuerzas nos abandonan decidimos hacer algo por nuestra salud.
Entonces nos anotamos en un gimnasio para tener más fuerza y tonicidad. Pero nos contracturamos las cervicales. Doloridas, vamos al traumatólogo, que nos manda a un clínico porque nos ve cansadas.
Vamos al clínico, y el tipo nos da hierro. Pero el hierro nos da diarrea. Entonces vamos al endocrinólogo, que nos da hormonas. Pero terminamos histéricas por el acelere hormonal.
Entonces vamos al psiquiatra y nos receta ansiolíticos. ¡Noooo! ¿Cómo vamos a tomar un ansiolítico? ¿Y quién hace la cena y cuelga la ropa? Harta de médicos, buscamos una terapia alternativa, como las Flores de Bach. Me dijeron que para el agotamiento hay que tomar Olive. Pero luego supe que una persona agotada que toma Olive, se exige más en vez de descansar. ¿Descansar , una madre? ¿Y quién hace las cosas?
La mayoría de los hombres, en vez de darnos una mano, se toman el olivo. O nos preguntan, solícitos, “¿En qué te ayudo?” . Y dan ganas de responderles: “¡En darte cuenta de qué es lo que hay que hacer sin que te lo tenga que decir!” Pero no se lo decimos. Entonces asumimos la frase que nos condena: “Si no lo hago yo, no lo hace nadie”
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