martes, 3 de marzo de 2009

Cómo dejar de hacerte la Mujer Maravilla


“Estoy convencido de que la mujer es más fuerte y valiente que el hombre”, afirma el Premio Nobel de Literatura José Saramago. “La mujer es mucho más fuerte que el hombre, siempre lo fue, y por eso se le teme” dice el historiador Felipe Pigna . El problema es cuando nosotras creemos lo mismo, y salimos a demostrarlo. Ser fuerte y valiente es algo cansador, porque es algo que se hace estando parada, no sentada en un sillón.
Hay dos maneras de parar de creer que sos la Wonderwoman.
Una es copiarte de tu marido.
Mirá a tu marido, ¿cómo hace? ¿Cómo logra ser padre y no tener nunca un ápice de culpa por no estar junto a sus hijos? Si un hijo le dijera “Pa, mañana no vas a trabajar, ¿no?”, tu marido se le reiría en la cara y le diría algo así como “¿Estás loco? ¿Que te creés, que cosecho la plata de los árboles?”, y seguiría mirando la tele.
Pero si el nene te lo pregunta a vos, lo convertís en un melodrama con violines y ojos empañados, en el que le narrás desde tus ambiciones de pequeña hasta la necesidad femenina de ser alguien en la sociedad, citando a Simone de Beauvoir y Gloria Steinem. Para cuando acabás la perorata, el nene hace media hora que se fue a mirar la telé con papi, que es menos plomazo que vos.
Tu marido siente el derecho inalienable de tener una carrera y dedicarse a su trabajo y jugar un fútbol con los amigos cuando sale del trabajo. Nadie lo culpa por eso. A tu marido los chicos lo ven solo los fines de semana. ¿Lo quieren menos por eso? Al contrario: lo quieren más, porque nunca está para retarlos.
Pero a los hijos no les entra a en la cabeza que mamá trabaja. Para ellos, mamá es alguien que simplemente está ahí a su entera disposición. Sería bueno empezar a mostrarles que tenés tanto derecho a ir jugar al fútbol como papá. Salvo que , antes que ser arquera, prefieras quedarte en casa pelando papas, como preferiría cualquier madre.

El segundo truco para no ser la Wonderwoman es el que yo llamo “ de desdramatización pasiva”. Esta técnica reside en tomar conciencia de que todo se solucionaría si fuéramos más capaces de decir “¿Y qué?” como toda respuesta. Veremos que esto le quita dramatismo a las cosas, sin que tengamos que mover un dedo. Por ejemplo:

“Hay una parva de ropa para planchar. ¿Y qué? Se guarda arrugada y que esta sea la “semana de la arruga”.”

“La heladera está vacía. ¿Y qué? Comemos fruta, o hacemos ayuno.”

“Al nene le va mal en la escuela. ¿Y qué? El mundo está lleno de gente exitosa que jamás terminó los estudios.”

“Tengo el pelo a la miseria. ¿Y qué? ¡Mi marido ni siquiera tiene pelo!”

“Me la paso trabajando, arreglando la casa y atendiendo a mis hijos… ¿Y qué? ¡Me encanta sentirme una Wonderwoman!”

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