Si nunca pasara nada en casa y nuestras vidas corrieran con absoluta placidez, ser una madre que trabaja no sería ningún problema. Pero toda madre sabe que los lapsos en casa sin sobresaltos son momentos de beatitud para atesorar, porque duran muy poco.
Por ejemplo, nunca sucede que un chico tiene fiebre a la noche y a la mañana ya está bien. A la mañana está peor: le duele el pecho y la cabeza , y no quiere comer . ¿Quien mejor que mami para cuidarlo? Pero mami no puede dejar de hacer las cosas de la casa, o faltar al trabajo. Y te vas a trabajar llena de angustia, calculando llevar a tu hijo al médico cuando vuelvas del trabajo. Pero en el trabajo la que se siente para el diablo sos vos, sabiendo que tu hijo se siente mal. Para colmo, las fiebres no vienen de a una por vez : un hijo enfermo significa una familia entera enferma . Es como que los virus practican en el cuerpo de un hijo, para hacerse más fuertes en el cuerpo del hijo siguiente. En 24 horas tenés dos hijos con fiebre en vez de uno. Al tercer día , tu casa parece un hospital : toses, nebulizadores , pañuelos de papel por todos lados , frascos de jarabes, cajas de antibióticos …¡ y faltan siglos para el fin de semana!
A uno le tenés que dar un comprimido cada 12 horas , el otro toma una cucharada de jarabe cada 6 horas , y el otro toma medio comprimido cada ocho horas. ¿Viste que los comprimidos que vienen con una ranura al medio para partirlos, nunca se parten al medio, sino en cinco trocitos irregulares? Entonces a uno de los nenes le tenés que armar medio comprimido con dos trocitos y un cuarto. El menor no traga pastillas enteras y a la nena no le gusta el sabor del jarabe. ¿Quien le va a dar los remedios? ¿La señora que limpia? Vos te pasás la mañana entera en la oficina en estado catatónico mirando el salvapantallas con la foto de tus hijos sanos, recordando esos bellos tiempos sin toses ni mocos, mientras vigilás el reloj para llamar a casa en medio de una reunión de trabajo avisando que ya es la hora de que el nene tome los pedacitos de comprimido ( que es horrible) con azúcar…¡Pero la señora que los cuida te dice que el azúcar no mejora el sabor del remedio, sino que el remedio estropea el gusto del azúcar!
Después de treinta llamados clandestinos desde la oficina buscando turno con un pediatra que te atienda en un horario en el que no debas escaparte de la oficina para llevar al nene, te das cuenta de quien necesita un médico para tu dolor de panza de tantos nervios sos vos. Andá y hacete un té de tilo antes de que tu jefe se entere que estás físicamente en la oficina pero tu alma se fue a casa y se quedó allá . De eso también son capaces las madres , de hacer viajes astrales para estar con los hijos que se sienten mal .
- Ma: esta tarde me dolía todo .
- Sí, ya sabía .
- ¡Pero si yo no te lo conté!
- No importa, yo ya sabía .
¿ Tenemos la bola de cristal? No: transmigramos nuestra alma al cuerpo del nene enfermo.
De todos modos, toda gripe se cura en diez laaaargos días, y hasta la próxima, todo se habrá olvidado. Por suerte también se olvidan de tu cara los pediatras de guardia que repiten “señora, no lo traiga siempre a la guardia , llévelo al pediatra de cabecera” . ¿Ah, sí? ¿A las diez de la noche, con un nene con 40 de fiebre? ¿Al pediatra que te da turno para el mes que viene, y donde te tocan dos horas de espera en una sala llena de nenes mocosos? El único pediatra de cabecera que precisa una madre es un pediatra que esté sentado en la cabecera de la cama del nene, no el que te da un celular que siempre tiene una grabación de contestador telefónico.
Situaciones como estas prueban las agallas de toda madre en momentos de crisis.
Por ejemplo, nunca sucede que un chico tiene fiebre a la noche y a la mañana ya está bien. A la mañana está peor: le duele el pecho y la cabeza , y no quiere comer . ¿Quien mejor que mami para cuidarlo? Pero mami no puede dejar de hacer las cosas de la casa, o faltar al trabajo. Y te vas a trabajar llena de angustia, calculando llevar a tu hijo al médico cuando vuelvas del trabajo. Pero en el trabajo la que se siente para el diablo sos vos, sabiendo que tu hijo se siente mal. Para colmo, las fiebres no vienen de a una por vez : un hijo enfermo significa una familia entera enferma . Es como que los virus practican en el cuerpo de un hijo, para hacerse más fuertes en el cuerpo del hijo siguiente. En 24 horas tenés dos hijos con fiebre en vez de uno. Al tercer día , tu casa parece un hospital : toses, nebulizadores , pañuelos de papel por todos lados , frascos de jarabes, cajas de antibióticos …¡ y faltan siglos para el fin de semana!
A uno le tenés que dar un comprimido cada 12 horas , el otro toma una cucharada de jarabe cada 6 horas , y el otro toma medio comprimido cada ocho horas. ¿Viste que los comprimidos que vienen con una ranura al medio para partirlos, nunca se parten al medio, sino en cinco trocitos irregulares? Entonces a uno de los nenes le tenés que armar medio comprimido con dos trocitos y un cuarto. El menor no traga pastillas enteras y a la nena no le gusta el sabor del jarabe. ¿Quien le va a dar los remedios? ¿La señora que limpia? Vos te pasás la mañana entera en la oficina en estado catatónico mirando el salvapantallas con la foto de tus hijos sanos, recordando esos bellos tiempos sin toses ni mocos, mientras vigilás el reloj para llamar a casa en medio de una reunión de trabajo avisando que ya es la hora de que el nene tome los pedacitos de comprimido ( que es horrible) con azúcar…¡Pero la señora que los cuida te dice que el azúcar no mejora el sabor del remedio, sino que el remedio estropea el gusto del azúcar!
Después de treinta llamados clandestinos desde la oficina buscando turno con un pediatra que te atienda en un horario en el que no debas escaparte de la oficina para llevar al nene, te das cuenta de quien necesita un médico para tu dolor de panza de tantos nervios sos vos. Andá y hacete un té de tilo antes de que tu jefe se entere que estás físicamente en la oficina pero tu alma se fue a casa y se quedó allá . De eso también son capaces las madres , de hacer viajes astrales para estar con los hijos que se sienten mal .
- Ma: esta tarde me dolía todo .
- Sí, ya sabía .
- ¡Pero si yo no te lo conté!
- No importa, yo ya sabía .
¿ Tenemos la bola de cristal? No: transmigramos nuestra alma al cuerpo del nene enfermo.
De todos modos, toda gripe se cura en diez laaaargos días, y hasta la próxima, todo se habrá olvidado. Por suerte también se olvidan de tu cara los pediatras de guardia que repiten “señora, no lo traiga siempre a la guardia , llévelo al pediatra de cabecera” . ¿Ah, sí? ¿A las diez de la noche, con un nene con 40 de fiebre? ¿Al pediatra que te da turno para el mes que viene, y donde te tocan dos horas de espera en una sala llena de nenes mocosos? El único pediatra de cabecera que precisa una madre es un pediatra que esté sentado en la cabecera de la cama del nene, no el que te da un celular que siempre tiene una grabación de contestador telefónico.
Situaciones como estas prueban las agallas de toda madre en momentos de crisis.
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