martes, 3 de marzo de 2009

Como conseguir ayuda en casa


El otro día escuché este diálogo entre dos madres:

- Susi, me quiero morir…Estoy desesperada… ¡Me dejó, para siempre!
-¿Tu marido, Sofi?
-¡No, mi mucama!

Que te deje la mucama es peor a que te deje tu marido. Sin un marido, salís a flote… Pero sin ella, ¿a quien ya ni le pedís que no lave, no cocine , no limpie, y no haga nada de nada …con tal de que mire un poco a los chicos y vea que necesitan?
En suma, buscar una mucama es una tarea ardua en la cual no hay que quedarse con la ideal, porque no la hay, sino con la que mejor te comprenda, de la misma manera que cuando te quedaste con tu marido. Pero tendrías que elegirla con más cuidado que a un marido, ya que vas a pasar más tiempo con ella.
Podés contratarlas por hora – son las que tienen la increíble capacidad de baldear en cámara lenta- o con cama adentro, que lamento informarte que no se despierta tres veces en la noche para atender al bebé.
Las empleadas de más edad tienen la ventaja de tener experiencia y saber como salir del paso en las emergencias. No se tirarán al piso a jugar con el bebé, pero tienen la autoridad que dan las canas. Las chicas jóvenes no tienen tanta experiencia, y fríen milanesas en aceite de oliva extra virgen, pero inspiran a tus hijos, que te dicen “me quiero poner un aro en la lengua como el que se puso Aleida”. Su ventaja reside en que ellas sí se tiran al piso a jugar con los chicos, y por eso ellos las adoran.
Encontrar nuestra asistenta ideal es tocar el cielo con las manos. Sin Juanita no somos nada. Yo he llegado a levantarme a las seis de la mañana para limpiar la casa para que Juana no se canse de tanto trabajo y nos deje. Una se encariña y es un horror cuando se van. He comprobado que muchas se van cuando más las necesitás, cuando les decís que vas a trabajar más horas fuera de casa. Es que ellas también se abruman con la idea de tener que quedarse haciendo horas extras, y renuncian. Recuerdo esos momentos con más dolor que cuando me dejó un novio.
Son dos las cosas que una madre valora en una empleada domestica: que sepa como resolver las cosas cuando hay una emergencia, y que sonría mucho.

Mi Juanita preferida era feligresa de no sé que Iglesia de los Últimos Días, que les leía los Nuevos Testamentos a mis hijos en lugar del herético Winnie Pu. Les decía a mis hijos que Dios los miraba en el baño, y que Dios había creado hasta los ravioles y el dulce de leche. Los chicos se pusieron un poquito paranoicos sabiendo que Dios ya sabía dónde escondían la plata del Ratón Pérez. Tenían miedo de que Dios se las robara. Y Dios, en efecto, se las robó. Esto me hizo pensar en contratar alguien más ateo. Pero cuando uno de mis hijos de cayó de una silla y abrió la cabeza con flor de tajo, Juanita llamó a un remís y lo llevó a una clínica donde firmó un pagaré con tal de que le cosieran la cabeza cuanto antes. Tuve otras empleadas que hubieran entrado en crisis, sin saber qué hacer, en vez de tomar medidas urgentes. Por eso me quedé con Juana de Arco… ¡sabía qué hacer en una urgencia!
Luego tuve a Marta, una señora mayor que no veía bien, se olvidaba los anteojos, y por ende, no distinguía lo limpio de lo mugriento. O sea que para hasta la plancha grasiento de los bifes relucía siempre. Pero los chicos la hacían reír todo el tiempo y ella sonreía sin parar. Creo que la tuve todo ese tiempo pagándole por su hermosa sonrisa. Era tranquilizante irme a trabajar sabiendo que mis hijos se quedaban con alguien sonriente.
Saber enfrentar las emergencias con una sonrisa no sólo es una de las capacidades más valiosas que puede tener una empleada, sino de las que puede tener cualquier persona.
Todo lo que le pagues a una persona que te ayude en casa con estas cualidades es poco. Fijate que ellas también tienen sus propios hijos, y salen a cumplir una doble jornada. Son otras superpoderosas capaces de hacerlo todo.

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