Dicen que más vale calidad de tiempo que cantidad de tiempo, y que el poco tiempo de dedicación total de la madre que trabaja vale más que la indiferencia de la madre que está todo el día en casa. Pero - ¡ay!- para que haya calidad de tiempo se necesitan dos cosas: quien quiera darlo y quien quiera recibirlo. A veces vos querés darlo, y tu hijo solo quiere mirar la tele.
El “tiempo de calidad” para compartir juntos no llega nunca, y menos cuando una quiere que llegue.
El “tiempo de calidad” juntos sólo se da en algún instante iluminado en medio de un largo domingo aburrido lleno de “cantidad de tiempo” juntos. O sea que si querés pasarla bien con tu hijo, llevalo al parque un domingo entero, y capaz que -con tal de que le compres un chupetín- tal vez tu hijo te cuente algo que pasó en la escuela, y así se incie una agradable conversación ..
Para tener “calidad de tiempo”, hay que compartir mucho tiempo libre juntos y esperar que nadie se grite “¡Callate, tarado, que yo le estaba hablando primero a mamá!”, con lo cual la única calidad de tiempo posible se logra gritándoles “¡Se callan todos!”.
Una piensa que “calidad de tiempo” es dialogar con los hijos. Pero los chicos no opinan igual. Si les preguntás qué es lo más le gusta compartir con vos, te va a decir que le encanta que lo lleves a casa de Matías a jugar con la Play Station, y lo busques cuatro hora después para alquilarle el video de Star Wars para ver en casa. ¡ Y una quiere dialogar!
Pero el diálogo entre padres e hijos no es cosa fácil. Como la familia es una unidad jerárquica: los padres no están (ni deben estar), en el mismo nivel que los hijos. Existe un principio de autoridad, que es el que permite que los hijos hagan lo que deben hacer, ya mismo. Sin autoridad efectiva, los hijos irían a la escuela descalzos, lo que no estaría mal si no hubiera clavos por la calle. O sea que si a la hora de ir a al escuela un chico no se puso los zapatos, no podrás hablar con él de ninguna otra cosa que no sea “Ponete los zapatos”, lo que limita enormemente la “calidad de tiempo” juntos y el rango de temas a dialogar. Para poder dialogar de manera fructífera, hay que hablar sin un propósito serio ni urgente. Pero si tu hijo no se pone los zapatos, esto no se logra, salvo en vacaciones.
La palabra vacación viene de vacuo, vacío: el tiempo vacío cuando no hay nada que hacer. Si estamos de vacaciones, no hay tanta urgencia en ponerse los zapatos. Por ende, no tendremos que darles solamente órdenes y podremos tener con ellos un diálogo ameno de verdad. O sea que,
para tener “calidad de tiempo” con tus hijos, habría que llevárselos a la playa para hablar de cosas que no sean “ Ponete los zapatos” , todos descalzos en la arena . Lo que para una madre es ideal, porque lo que más necesitás ya mismo son vacaciones. Las vacaciones tienen dos grandes virtudes : te acercan a tus hijos…¡ y te alejan de los platos sucios!
El “tiempo de calidad” para compartir juntos no llega nunca, y menos cuando una quiere que llegue.
El “tiempo de calidad” juntos sólo se da en algún instante iluminado en medio de un largo domingo aburrido lleno de “cantidad de tiempo” juntos. O sea que si querés pasarla bien con tu hijo, llevalo al parque un domingo entero, y capaz que -con tal de que le compres un chupetín- tal vez tu hijo te cuente algo que pasó en la escuela, y así se incie una agradable conversación ..
Para tener “calidad de tiempo”, hay que compartir mucho tiempo libre juntos y esperar que nadie se grite “¡Callate, tarado, que yo le estaba hablando primero a mamá!”, con lo cual la única calidad de tiempo posible se logra gritándoles “¡Se callan todos!”.
Una piensa que “calidad de tiempo” es dialogar con los hijos. Pero los chicos no opinan igual. Si les preguntás qué es lo más le gusta compartir con vos, te va a decir que le encanta que lo lleves a casa de Matías a jugar con la Play Station, y lo busques cuatro hora después para alquilarle el video de Star Wars para ver en casa. ¡ Y una quiere dialogar!
Pero el diálogo entre padres e hijos no es cosa fácil. Como la familia es una unidad jerárquica: los padres no están (ni deben estar), en el mismo nivel que los hijos. Existe un principio de autoridad, que es el que permite que los hijos hagan lo que deben hacer, ya mismo. Sin autoridad efectiva, los hijos irían a la escuela descalzos, lo que no estaría mal si no hubiera clavos por la calle. O sea que si a la hora de ir a al escuela un chico no se puso los zapatos, no podrás hablar con él de ninguna otra cosa que no sea “Ponete los zapatos”, lo que limita enormemente la “calidad de tiempo” juntos y el rango de temas a dialogar. Para poder dialogar de manera fructífera, hay que hablar sin un propósito serio ni urgente. Pero si tu hijo no se pone los zapatos, esto no se logra, salvo en vacaciones.
La palabra vacación viene de vacuo, vacío: el tiempo vacío cuando no hay nada que hacer. Si estamos de vacaciones, no hay tanta urgencia en ponerse los zapatos. Por ende, no tendremos que darles solamente órdenes y podremos tener con ellos un diálogo ameno de verdad. O sea que,
para tener “calidad de tiempo” con tus hijos, habría que llevárselos a la playa para hablar de cosas que no sean “ Ponete los zapatos” , todos descalzos en la arena . Lo que para una madre es ideal, porque lo que más necesitás ya mismo son vacaciones. Las vacaciones tienen dos grandes virtudes : te acercan a tus hijos…¡ y te alejan de los platos sucios!
si!! alejarse de los platos sucios!!!! si!!!!
ResponderEliminar;-)
calidad de tiempo, cuanto me hacen comerme el tarro esas 3 inofensivas palabras... pero cuánto!