- Mamá, ¿ porqué no soy un niño índigo?
- ¿Qué estás diciendo, bichito?
- Pablito me dijo que él vale más que yo, porque él es un nene índigo y yo no.
Tenía que aclarar este exabrupto y aproveché la salida de la escuela para hablar con la mamá de Pablito. En efecto, la señora está convencida de que su hijo tiene poderes especiales desde bebé: se embelesaba con los colores y las luces (¿Qué chico no? ), predice el futuro (¿“Me vas a comprar un chicle”?) y tiene una sensibilidad especial (Llora cuando lo retan) . Pero fundamentalmente, su hijo es de los que vienen a salvar a la Humanidad. Me dieron ganas de decirle “Explicale como hacerlo, porque a mi hijo ya le destruyó la autoestima” . Pero lo dejé pasar.
Al día siguiente el tal Pablito volvió a burlar a mi hijo, y la mamá volvió a la carga a contarme que su nene recuerda vidas pasadas y menciona una familia que tuvo y extraña mucho, y habla con alguien que siempre lo acompaña pero que nadie más que él puede ver . No quise herirla diciéndole que mi hijo también habla solo mientras juega, y que tal vez su hijo no extrañe sino que añore tener una familia mejor. Pero no quise mortificar a alguien que prefiere creer en la pseudociencia a pagar un psicólogo.
Luego supe por otras madres que es cierto que Pablito es especial: molesta a todos, quiere ser el centro de atención, interrumpe las clases, es violento y humilla a los demás. Y la madre siempre lo justifica diciendo que el mundo está mal y que nadie comprende que su hijo tiene aptitudes especiales. Tan especiales que un día me harté de las amenazas de Pablito.
- ¡Mamá! ¡Dice Pablito que si no le creo que es un niño índigo me va a reventar a trompadas a la salida!.
- Mirá amor: decile a Pablito que si te pone un dedo encima yo misma lo voy a esperar a la salida y lo voy a dejar índigo de verdad... ¡Tan índigo, que hasta vos le vas a creer!
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